Frases, Mensajes, Cuentos

En esta oportunidad voy a compartir frases, mensajes, cuentos con todaas ustedes para utilizar en cualquier oportunidad del año que la disfruten.


Que el viento sople
siempre a tus espaldas.
Que el sol brille cálido
sobre tu cara.
Que la lluvia caiga suavemente
sobre tus campos.
Y hasta tanto volvamos a encontrarnos...
Dios te guarde en la palma de sus manos




Un niño es como un ovillo,
va desovillandose poco a poco,
tomando forma, creciendo, creando,
no lo aprietes ni lo sueltes,
simplemente, ayudalo a ser



Busquen en el cielo
la estrella que más brille:
¡En ella guardé el recuerdo
de los días felices que pasamos
en el Jardín!
...Y cuando sean grandes
nunca se olviden
de este mundo fascinante
donde me dejaron entrar
para jugar a enseñarles .
 ¡Siempre estarán en mi corazón!
Recordemos tanto padres como educadores ,
que cada niño es una rosa que nos ha sido confiada
que merece el mayor respeto en lo que les ofrezcamos
tanto a nivel afectivo como pedagógico , siendo totalmente responsables de su bienestar y alegría

El Árbol Feliz    
Había una vez un árbol feliz. Entre sus ramas muchos pichones traviesos juegan y piaban todo el día. El árbol conocía bien a cada uno de ellos

Y los quería, los quería tanto…
Cuando hacia frió los pichones se acurrucaban entre sus hojas y si el sol estaba tibiecito, el árbol, moviendo sus ramas, les hacia dar saltitos invitándolos a jugar. Pero un día, entre saltito y saltito, los pichones subieron a la rama más alta del árbol y vieron un cielo azul hermoso y un bosque lleno de otros árboles que no conocían. Se dieron cuenta entonces que sus alitas ya habían crecido lo suficiente como para intentar volar. Un aleteo… y otro mas… y por fin el cielo no pareció tan lejano. Uno a uno, los pichones se fueron volando.
El árbol los miro partir con orgullo, porque entre sus ramas los había cuidado mucho tiempo. El sabia que en alguna tarde de lluvia los volvería a ver acurrucándose entre sus hojas. Ellos lo reconocerían entre todos los árboles del bosque y el recordaría siempre a cada uno de sus pichones.
Esa noche el árbol quedo solo y vació. A la mañana siguiente no solo el roció mojaba sus hojas… pero nadie se dio cuenta que había llorado…
Monica Tirabaso
“El mundo”
Un hombre del Pueblo de Neguá, en la costa de Colombia, pudo subir al alto cielo.
A la vuelta, contó y dijo que había contemplado desde allá arriba, la vida humana; y dijo que somos un montón de fueguitos.
El mundo es eso reveló, un montón de gente, un mar de fueguitos.
Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás. No hay dos fuegos iguales, hay fuegos grandes y fuegos chiquitos y fuegos de todos colores.
Hay gente de fuego sereno, que ni se enteró el viento, y gente de fuego loco que llena el aire de chispas. Algunos fuegos no alumbran ni queman peros otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca se enciende.
                                            Eduardo Galeano (Uruguayo 1940)

Dinámica: Fogón, velas y que pidan deseos y recuerdos que se llevan de este año compartido.

Se cuenta….
…… Que en el siglo pasado, un turista Americano fue a la ciudad de El Cairo Egipto, con la finalidad de visitar a un sabio…..
El turista se sorprendió al ver que el sabio vivía en un cuartito muy simple y lleno de libros.
Las únicas piezas de mobiliario eran una cama, una mesa y un banco…
¿Dónde están tus muebles? Preguntó el turista y el Sabio rápidamente también le preguntó:
¿Y dónde están los tuyos….?
¿Los míos? Se sorprendió el turista.
¡Pero si yo estoy aquí solamente de paso!
Yo también… concluyó el sabio.
La vida en la tierra es solamente temporal..
Sin embargo algunos viven como si fueran a quedarse aquí Eternamente y se olvidan de ser Felices.
El valor de las cosas no está en el tiempo que duran sino en la intensidad con que suceden.
Por eso existen momentos inolvidables, cosas inexplicables.
Puedes ser Feliz hoy..
                                  Y vivir cada día….            Es una decisión….
¡Gracias por este año compartido!
Hasta siempre!!!!

Cuento: “Una grieta en el cascaron”
Al principio, todo era negro, muy negro. Como un silencio oscuro.¿ Qué si le daba miedo? No, ni un poquito de miedo porque los bebés, incluso los de los dinosaurios, antes de nacer no conocen el miedo, ni el hambre, ni el frío.
Y allí, dentro del huevo, él sentía un olorcito tibio que lo envolvía, como una abrazo, y estaba tranquilo y seguro.  Pero un día, así como así, apareció un grieta en el cascaron y se abrió una pequeña ventana. Por ella, se asomaron pedacitos de colores: un retazo del azul del cielo, un puñado del verde de las plantas, un rayo del amarillo del sol, una pizca del rojo de las frutas, un racimo del violeta de las flores silvestres.. Lindos eran esos colores. Mucho más lindos que el negro que él conocía. Tan lindos eran que, de pronto, tuvo muchísimas ganas de salir a descubrir ese mundo de colores que lo esperaba del otro lado. En realidad, todavía no sabía que eso eran los colores, porque los bebés, incluso los de dinosaurios, no saben tantas cosas cuando nacen.
Y aunque salir sí le daba un poquito de miedo, se animó, empujó con la punta de la pata la cascara y abrió otra ventana. Después empujo con la punta del hocico y abrió una ventana más. Siguió empujando y empujando hasta que las ventanas se hicieron más y más grandes y.. ¡Crac! Todo el huevo se rompió.
Afuera la luz eran tan brillante que le ardían los ojos. Le costaba abrirlos. Aún no podía ver bien cuando oyó ruidos raros: el murmullo húmedo del rocío sobre las hojas y los pétalos, la risa del agua del río que canta cuando salta sobre las piedras, el zumbido del viento entre las ramas, el tamborileo de unos pasos que hacen retumbar la tierra,… Lindos eran esos sonidos. Mucho más lindos que el silencio que él conocía. Tan lindos eran que, de pronto, tuvo muchísimas ganas de descubrir nuevos sonidos. En realidad, todavía no sabía que eso eran los sonidos, porque los bebés, incluso los de dinosaurios, no saben tantas cosas cuando nacen.
Y aunque algunos de esos sonidos eran fuertes y lo asustaban un poco, se puso de pie para escucharlos mejor. Pero las patas le temblaron así, se le torcieron así y se le enredaron así hasta que ¡Pataplum! Cayó al suelo de cabeza y se le arrugó la nariz. Trato de estirar el hocico abollado para que no le doliera y en ese momento la brisa le trajo el olor de la madera recién cortada, el aire perfumado del mar, el aroma de la tierra cuando refresca la lluvia.. Lindas eran esas fragancias, mucho más lindas que el olorcito tibio que sentía dentro del huevo y que era el único que conocía. Tan lindas eran, a pesar del golpe, decidió ponerse de pie otra vez para descubrir de donde venían esos olores. En realidad todavía no sabía que eso eran los olores, porque los bebés, incluso los de dinosaurios, no saben tantas cosas cuando nacen.
Esta vez las patas no le temblaron tanto, ni se le torcieron mucho, ni se le enredaron demasiado. Pudo dar un paso cortito, otro más largo, uno con la pata derecha y otro con la izquierda. Pero en ese momento la panza le empezó a gruñir, como hacen las panzas cuando tienen hambre. Como todavía no veía bien olisqueó el aire y buscó algo para comer. Entonces se llevó a la boca una hoja ácida de ortiga, probó el desabrido gusto de un helecho, mordisqueó el amargo tallo de una flor… Feos eran esos sabores. Muy feos. Y además por más que los masticó para un lado y para el otro, la panza no le dejo de gruñir de hambre. Por eso, decidió buscar algo que tuviera mejor sabor para comer. En realidad todavía no sabía que eso eran los sabores, porque los bebés, incluso los de dinosaurios, no saben tantas cosas cuando nacen. Pero no encontró nada de nada. Y se tropezó con una piedra áspera. Y se pincho con una espina puntiaguda, Y se raspó con una rama filosa. Feo era todo eso. Más feo que no sé qué. Además estaba cansado porque hacía un largo rato que había salido del cascarón, ya se había dado un golpazo y la panza le seguía gruñendo. Así que hizo que hacen  los bebés, incluso los de los dinosaurios cundo les pasa todo eso: se puso a llorar.
Entonces lo envolvió un olorcito tibio como un abrazo, sintió un hocico suave que le acaricio las lágrimas y le hizo cosquillas en el cuello, escuchó una vos serena que le ronronéo una música dulce, como una canción de cuna, vio una figura enorme que tenía el mismo color de piel y que le acercó unas hojitas tiernas y verdes que estaban riquísimas,
Y ya no lloró más, ni tuvo frío, ni le gruño la panza, ni tuvo miedo, ni quiso volver al cascaron. Sonrió y se quedó dormido que es lo que hacen todos los bebes, incluso los de los dinosaurios, cuando están con su mamá.
Liliana Cinetto

A continuación hay material para trabajar educación vial espero que sea útil



El duende mágico
Cuéntase que un día, mientras Pedro caminaba por la plaza, encontró una cajita de color plateado que tenía muchos dibujitos raros, dibujos que Pedro nunca habría imaginado.
Calladito e intrigado en un banco se sentó, y despacito y con cuidado la tapita le abrió.
¡Cuál no fue su sorpresa cuando de la cajita un duende se asomó! Inmediatamente al piso saltó, y con un pase mágico de tamaño aumentó.
–¡Hola mi buen amigo! ¡Qué salvación! De estar encerrado ya me había cansado. ¿Qué mundo tan extraño es este que no lo conozco yo?
-Este es mi mundo, ¿y vos de dónde sos?
-Vengo del mundo mágico y busco diversión, de tanto estar encerrado, ahora quiero mucha acción...
E inmediatamente después, con pasitos cortitos, y algún saltito, de la plaza huyó.
Pedro quedó sorprendido, pero enseguida reaccionó, y tras el duende en fuga, corriendo salió.
¡Cuando vio lo que hacía ese duende burlón...! ¡Ponía todos los carteles patas para arriba, los conductores no entendían nada y el lío entre los autos no terminaba nunca! A los semáforos de la esquina, a todos le cambió el color: violeta, azul y naranja; gris, celeste y marrón. La gente nada entendía, todos gritaban, corrían, los autos tocaban bocina. Pedro, desesperado, y el duendecito seguía contento, saltando de aquí para allá. La ciudad era un caos, los autos no sabían qué hacer: continuar, parar, algunos miraban los carteles con curiosidad, otros
escapaban gritando sin parar, nadie entendía nada.
En eso y en medio del samborombóm, un personaje apareció. Su nombre es Merlín, con capucha y bastón, y seriamente a Pedro se dirigió:
–¿Qué es lo que está pasando? ¿Cómo es que se escapó? –dijo Merlín.
-Yo encontré una cajita y le abrí la tapita, salió y ya no paró. –contestó Pedro.
-A ese duende travieso, ya le voy a enseñar que este es un mundo distinto,
y que él no lo puede cambiar –acotó Merlín.
A lo que Pedro contestó: -Él no tiene mala intención, sólo lo hace por diversión.
Entonces Merlín se adelantó, tan poderoso, que el pobre duendecito muy quietito se quedó. El mago levantó de pronto su vara, y las palabras mágicas pronunció. Mágicamente todo volvió a la normalidad, los colores el semáforo volvió a recuperar: rojo, amarillo y verde, como tienen que estar. Los carteles de seguridad a su anterior forma por suerte volvieron a estar, y los del duende desaparecieron sin llorar.
Mejor es que aprendas cómo funciona este mundo. Pedro te puede mostrar todo este lugar, para que sepas que las cosas no están por estar, que todo tiene importancia y es por nuestra seguridad.
Merlín se fue caminando y el duende con Pedro quedó, mirándolo con ojos grandes, aprender le pidió.
Entonces Pedro, contento, se dispuso a enseñar, y juntitos se fueron a recorrer la ciudad.
Pedro: -¿Ves esas luces de colores?
Duende: -¡Son para jugar!
Pedro: -¡No! Son para avisarte cuándo podés cruzar. Si cruzás en cualquier momento un accidente podés causar. Mejor es esperar un poquito nada más. Cuando el semáforo está verde tranquilo podés pasar, pero cuando se pone rojo ¡sí o sí hay que esperar!
Duende: -¿Y cuándo está en amarillo?
Pedro: -Es cuando hay que prestar atención y mirar, porque nos avisa que muy alerta debemos estar.
Duende: -¿Y si cambiamos el color?
Pedro: -¡No! ¿No viste lo que pasó? La gente conoce el mensaje, porque conoce cada color.
Duende: -Y frente a ese cartel, que dice “Pare”, ¿tengo que parar y no caminar nunca más?
Pedro: -No, los conductores tienen que parar, mirar hacia ambos lados, y si nadie viene, pueden continuar.
Duende: -Y... a este señor tan serio yo lo cambié por un poco más de color, una imagen mía sonriendo con una flor.
Pedro: -Sí, pero eso no puede ser, porque ese cartel debe a las personas informar sobre ese determinado lugar.
Duende: -¿Y qué es ese lugar?
Pedro: -Es donde podemos encontrar a los señores encargados de velar por nuestra seguridad.
Y siguieron caminando, Pedro hablando y el duende escuchando.
Andando y andando llegaron a la plaza, y allí se sentaron, en un banquito cercano.
-¿Te gustó lo que aprendiste? –preguntó Pedro al duende.
-Claro que me gustó, ahora entiendo cómo viven los humanos. ¡Con tantos autos y tanta gente se tienen que organizar, y para ello reglas tienen que inventar! –dijo el duende.
-¡Así es!, ¡tal cual!, ¡qué bueno que lo aprendiste, para no hacer nada mal! –contestó Pedro.
-Sí... aunque me gustaría a mi mundo regresar. Esto es lindo, pero prefiero bajo mis árboles pasear. –comentó el duende.
Pedro quedó pensativo, ¿cómo podría ayudar?... Pero en ese momento, justo en ese momento, volvió a aparecer Merlín, y sonriendo se acercó y al duende le preguntó:
¿Cómo estás mi duendecito? Del castigo de la caja saliste solito, la oportunidad la tuviste y bien lo cumpliste. Tanto has aprendido que el castigo quedó cumplido. Ahora... ¿te gustaría estar en estos momentos en tu hogar? Si querés para allá te puedo llevar.
Ni lerdo, ni perezoso, el duende se levantó, sonriendo le dio las gracias... y de Pedro se despidió. Entonces, Pedro vio asombrado al mago allí parado, abriendo una puerta mágica y secreta hacia el mundo encantado, por la que salieron ambos con una sonrisa en los labios saludando.
Y esta historia de tránsito y magia ya se está terminando. ¡Colorín colorado, este cuento se ha acabado!
En el apartado Ley y señales de tránsito, puede buscar y mostrarles las señales más significativas para ellos, como las que indican la presencia de escolares y las que aparecen en el cuento "El duende mágico".
Pida a sus alumnos que dibujen la parte del cuento que más les gustó

Educación vial
“La aventura de Firulay”

Era un día martes a la mañana y Rafa salió a hacer un mandado con su perro Firulay, que estrenaba un hermoso collar azul, con tachas amarillas, porque Firulkay es de boca, como su dueño. Firulay es un perro pequeño, juguetón y compañero, y Rafa se siente feliz con sus piruetas y corridas. Pero Rafa recuerda que la vereda no es un lugar para jugar. Así que, para seguridad de su amigo, le dio bien clarito:
-Mirá Firulay, pórtate bien. Por favor no me hagas enojar.
Firulay movió las orejita como diciendo “si, entendí”. Rafa lo tomó de la correa juntos caminaron por las cuadra mirando el movimiento del transito. Por la vereda de enfrente caminaba una señora con un enooorme perro que, al ver a Firulay, comenzó  a ladrar como loco. Firulay no pudo resistirse y, de un tirón, se soltó de la mano de Rafa y cruzó la calle más rápido que un trueno. Rafa, desesperado, se olvidó de todas las recomendaciones que siempre hacia su mamá y salió detrás del perro. En ese instante, un gran camión cargado de gaseosas clavó los frenos haciendo un chillido brutal…¿Uf! Firulay se salvó por un pelito y Rafa, como si estuviera congelado, quedó duro sobre el cordón de la vereda, a punto de bajar. Rafa tenía lágrimas en los ojos pues creyó que había perdido a su amiguito. Firulay, asustado, con los ojos  que parecía que se le salían, subió nuevamente a la vereda junto a su dueño. Desde entonces, Firulay no se volvió a escapar. Y Rafa aprendió que, si el perro se escapa o una pelota se va a la calle, no debe salir corriendo detrás porque es muy peligroso.
Anónimo


Educación vial
Nelba, la cebra negra”

Una cebrita curiosa desde el zoológico observó a los niños cruzar la calle sin ninguna precaución.
Nelba, la cebra curiosa, tuvo una idea genial: pintar con sus rayas blancas una senda peatonal.
Por ayudar a los chicos negra y sin rayas quedó. Ya no parecía una cabra, ¿La confusión comenzó!
-¡Allí cruza el caballito! Los chicos la confundían y cruzaban por la senda todos juntos la avenida.
-¡Crucemos con el burrito!- dijo un niño a su mamá y todos juntos cruzaron por la senda peatonal.
Cansada por las confusiones a los chicos les contó: -Soy un cebra solidaria, que sus rayitas donó.
Los chicos gritaron: ¡Gracias, Nelba, por la senda peatonal!

Anónimo





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